lunes, 10 de marzo de 2014

¡SÍGUEME!

Hoy hemos contado en clase un cuento muy bonito, que casualmente, también tenía como protagonista a un elefante.
(Un elefante gris con lunares morados, que vive en una selva,Se enamora de una hormiga negra con cintura de avispa. Su amor es correspondido, pero para estar juntos tendrán que recorrer un largo camino...)

¡SÍGUEME! 

(una historia de amor que no tiene nada de raro)



Había una vez una selva
donde vivía un elefante gordo y gris,
con una trompa larga, dos orejas enormes,
un rabo pequeño,
cuatro patas cortas…
Un elefante gris
con lunares morados
¡que no tenía nada de raro!

Todas las tardes de primavera,
el elefante se sentaba al borde del camino de las hormigas
para verlas pasar.
Por la mañana, las hormigas salían de su hormiguero
y, por la tarde, regresaban cargadas de cosas
que encontraban por aquí y por allá.
Las hormigas eran negras,
tenían un par de antenas, tres pares de patas…
caminaban al mismo ritmo, una tras otra: ¡parecían todas iguales!
Pero de tanto mirarlas,
una tarde de mucho calor
el elefante descubrió
una hormiga negra con cintura de avispa
que lo dejó pasmado.

A partir de entonces,
solo iba para ver a aquella hormiga.
Cuando ya el verano llegaba a su fin,
el elefante se dio cuenta
de que no volvería a ver la hormiga
hasta después del invierno.
Entonces se puso un traje a cuadros
con chaquetas de botones,
y se sentó a esperar a la hormiga negra
Para declararle su amor
(el traje le quedaba pequeño
porque había engordado,
pero eso no le importaba).
La hormiga,
que ya había notado
las miradas del elefante,
llegó cargando una hoja que decía:

                                                      SÍGUEME.

El elefante,
ni lento ni perezoso
(porque estaba contento),
la siguió.
La hormiga caminaba
el elefante caminaba…
Y, camina que camina,
llegaron a la puerta del hormiguero.
Cuando todas las hormigas entraron,
el elefante también entró
(primero la trompa, luego el cuerpo)…
y cayó en medio del hormiguero
(por suerte, las hormigas ya estaban en sus habitaciones
y no aplastó ninguna).
El elefante
comenzó a mirarlas puertas,
pero eran todas iguales.
Entonces vio una hoja,
a modo de felpudo,
que decía:

SÍGUEME…
SÍGUEM…
SÍGUE…
SÍG…
SÍ…
S…

¡Y la hoja desapareció
bajo la puerta!

Sin pensarlo dos veces,
el elefante abrió la puerta y vio…
…un largo camino
(con un horizonte al fondo),
bordeado de árboles.
Y, en medio del camino, una hormiga negra,
con una hoja que decía:

                                      SÍGUEME.
El elefante,
ni lento ni perezoso
(porque estaba muy contento),
la siguió.
La hormiga caminaba,
el elefante caminaba…
De pronto,
un botón de la chaqueta del elefante
saltó por los aires.

Ni lento ni perezoso
(porque era el botón que le tapaba el ombligo),
se puso a buscar entre las piedras,
por las copas de los árboles…
Cansado de buscar y rebuscar,
volvió al camino para encontrarse con la hormiga.
Miró a la derecha,
a la izquierda,
delante,
detrás…
y se dio cuenta de que no estaba.
Lento y perezoso
(porque estaba un poco triste),
siguió caminando, mirando al suelo.
De pronto, la trompa tropezó con algo
que había bajo un árbol…
¡Un costurero!
Sin pensárselo dos veces,
el elefante levantó la tapa
y vio agujas, hilos, tijeras, dedal…
y, en medio de todo, un botón
que se movía hacia el fondo del costurero.
En lugar de agujeros,
El botón tenía un letrero que decía:

                                                      SÍGUEME

Con su traje de tres botones,
el elefante se metió en el costurero
(primero la trompa, luego el resto del cuerpo).
Ni lento ni perezoso
(con cuidado de no enredarse en los hilos
ni pincharse con las agujas),
llegó al fondo de costurero
y encontró…
un camino largo
(con un horizonte en el fondo),
bordeado de árboles
de hilo…
y en medio del camino,
una hormiga con un botón
que decía:

                SÍGUEME.

La hormiga caminaba,
El elefante caminaba…
Al cabo de un rato,
el elefante, que tenía mucha sed,
decidió buscar una fuente
(no sabía que en el fondo de los costureros
no hay de esas cosas).
Cansado de buscar y rebuscar,
volvió al camino
para encontrarse con la hormiga.
Miró a la derecha,
a la izquierda,
delante,
atrás…
y se dio cuenta de que no estaba.
El elefante
siguió caminando, mirando al cielo;
de pronto, colgada de un árbol, encontró…
¡una botella de agua!
El elefante,
ni lerdo ni perezoso
(porque tenía sed),
cogió la botella y dentro vio…
¡una hormiga negra!,
con un bañador amarillo, gafas para bucear,
tres pares de aletas, gorro
y un letrero que decía:

                                   SÍGUEME.

Sin pensárselo dos veces,
el elefante se metió en la botella
(primero la trompa, luego el resto del cuerpo),
y empezó a nadar detrás de la hormiga,
sacando, de vez en cuando,
la trompa para respirar.
La hormiga nadaba,
el elefante nadaba…
Como nunca había estado en una botella,
el elefante se distraía
con todo lo que pasaba flotando:
un pez mariposa,
una mariposa caracol,
un caracol rana…
Al cabo de un rato, el elefante se acordó de la hormiga.
Miró a la derecha,
a la izquierda,
arriba,
abajo…
y se dio cuenta de que no estaba.
Lento y perezoso
(porque estaba muy triste),
buceó hasta el fondo de la botella
y se sentó en una roca.
Entonces se acercó una caracola.
La cogió
y se la puso cerca de su oreja…
Pero del fondo de aquella caracola
no llegaba el sonido del mar,
sino una vos lejana que decía:

                                               SÍGUEME

El elefante,
ni lerdo ni perezoso
(porque estaba muy enamorado),
se metió en la caracola
(primero la trompa, luego el resto del cuerpo).
Y, dando vueltas y vueltas,
llegó hasta el fondo,
donde lo esperaba
aquella hormiga negra
con cintura de avispa.
Desde ese día,
en una caracola
que está en el fondo de una botella,
que está al borde del camino,
que está en el fondo de un costurero,
que está en la habitación de una hormiga,
que está en un hormiguero en medio de la selva…
una hormiga negra y un elefante gris
viven una historia de amor
(con cintura de avispa y lunares morados)
¡que no tiene nada de raro!

                               José Campanari